Corredor Seco del Triángulo Norte de Centroamérica
Déficit cualitativo de vivienda
Déficit cualitativo de vivienda en El Salvador, Guatemala y Honduras supera los 3,9 millones de casas
Viviendas construidas con materiales de mala calidad o de desecho, pisos de tierra, mayoritariamente sin acceso a agua potable, sin sanitarios, ni duchas y situadas en terrenos que no les pertenecen. Estas son las características de las viviendas de más de 3,9 millones de centroamericanos en El Salvador, Guatemala y Honduras.
El déficit cualitativo de viviendas a nivel nacional en estos países es la realidad desde donde millones de familias han enfrentado la pandemia del COVID-19; así como las tormentas y huracanes que golpearon Centroamérica en los últimos años. Y si el análisis se concentra específicamente en las familias del Corredor Seco Centroamericano, el panorama es aún más preocupante.
Así lo revela el nuevo informe de Hábitat para la Humanidad llamado Caracterización del Corredor Seco del Triángulo Norte de Centroamérica, con el cual, la ONG expone los problemas que aquejan a más de 22 millones de personas que habitan en el triángulo norte del Corredor Seco, específicamente en Honduras, Guatemala y El Salvador.
La pandemia ha agudizado la realidad de las familias más vulnerables en la región. Realizamos este informe porque queríamos entender los principales retos a los que se enfrentan las familias en el Corredor Seco y comprender también el impacto del cambio climático en sus condiciones de vida, siempre enfocados en la relación directa con la vivienda.— Ernesto Castro, vicepresidente de área de Hábitat para la Humanidad en América Latina y el Caribe.
El Corredor Seco Centroamericano se extiende desde el sur de Chiapas, México, hasta Guanacaste, Costa Rica. Tiene una extensión de 1.600 kilómetros de largo, se asienta principalmente sobre la costa Pacífica y cubre el 30 % del área de Centroamérica.
Esta zona del continente se caracteriza por tener un carácter dual climático, marcado por el fenómeno El Niño – Oscilación Sur y el cambio climático. Esto significa que, cada año, las familias del Corredor Seco se enfrentan a un periodo de intensa sequía que se alterna con otro de lluvias torrenciales e inundaciones.
A pesar de ello, el nuevo informe de Hábitat para la Humanidad revela que, en el Corredor Seco, predomina la falta de agua y la prolongación de épocas secas supera los tres meses. En promedio, el 20 % de la población en esta zona del continente no cuenta con acceso de agua potable en su vivienda y, solo entre el 25 % y el 31 % de las familias que habitan el triángulo norte del Corredor Seco, tiene disponibilidad de agua siempre que lo requieren.
La sequía extrema y la excesiva precipitación e inundaciones en un mismo año impactan las cosechas que conforman la estrategia productiva y económica, de más de un millón de familias en esta zona, quienes practican la agricultura de subsistencia de granos básicos. El 80 % de las familias productoras de granos básicos del triángulo norte del Corredor Seco, vive en condiciones de pobreza, y el 30 % está en condición de pobreza extrema.
“Al perder parte de los alimentos que llevarían a su mesa y que, además, sería el ingreso económico tras su venta, las familias suelen recurrir a estrategias de emergencia que comprometen su calidad de vida. Ellos se endeudan con muy malas condiciones de pago, venden sus herramientas de trabajo o incluso sus animales. Esto se traduce a una reducción en la cantidad y el tamaño de las porciones de comida que toda la familia consume”, asegura Castro.
Según datos de OXFAM, entre agosto de 2019 y junio de 2020, la situación de inseguridad alimentaria severa en el Corredor Seco aumentó en un 12 %. Además, el informe de Hábitat para la Humanidad expone que, en promedio, los ingresos de los hogares del triángulo norte del Corredor Seco alcanzan para cubrir menos del 50 % de sus gastos.
La sequía, el desempleo, bajos ingresos y la inseguridad alimentaria que sufren estas familias, se correlaciona directamente con el aumento de los flujos migratorios. El déficit ocupacional convierte a los tres países del triángulo norte del Corredor Seco en expulsores netos de su fuerza de trabajo, lo que a su vez drena la capacidad productiva de sus poblaciones e impacta la economía de cada país.
Prueba de ello es que un análisis del Pew Research Center, reporta que del 2007 al 2017, la inmigración a Estados Unidos procedente del triángulo norte del Corredor Seco creció en un 25 %, siendo esta la que refleja un crecimiento mayor entre todas las regiones de origen del mundo.
El nuevo informe de Hábitat demuestra que millones de familias en el triángulo norte del Corredor Seco enfrentan cada año una gran vulnerabilidad en lo económico, social y ambiental. La organización asegura en su publicación que, de no tomarse hoy las medidas para regular la urbanización, migración y el cambio climático en esta zona del continente, la problemática aumentará sin control y las necesidades de estos centroamericanos serán mayores en los años venideros.
Entre los temas más urgentes que la organización llama a atender se identifican la seguridad alimentaria, el fortalecimiento de medios de vida, la seguridad de la tenencia de tierra, el acceso a agua y saneamiento, mejoramientos de vivienda y acceso a financiamiento que permitan, no solo mejorar la calidad de vida de las familias, sino también fomentar el arraigo de la población en estos territorios, para así evitar la migración.
Hábitat propone desarrollar proyectos con aliados, en el corto y mediano plazo, enfocados en atender la problemática que viven las familias vulnerables del Corredor Seco en Honduras, El Salvador, Guatemala y Nicaragua. Los proyectos se planean desarrollar en un periodo aproximado de cuatro años y entre ellos destacan la construcción y mejoramientos de viviendas con enfoque productivo, así como brindar acceso a agua potable y saneamiento, tanto comunitarios como en viviendas que lo necesiten.
También, la organización aboga por fomentar el financiamiento para vivienda social en la zona, en alianza con banca pública y privada; capacitar a las comunidades sobre los riesgos climáticos a los que sus viviendas/comunidades se enfrentan para desarrollar estrategias de mitigación; generar capacidades familiares y comunitarias para el desarrollo de microemprendimientos, así como habilidades financieras; capacitar a las familias en la generación de empleo local en torno a la vivienda productiva, y trabajar en incidencia en políticas públicas relacionadas al tema de vivienda y tenencia segura, entre otros.